ÚNION HISPANA


Este blog creado en octubre del año 2024 tiene como principal objetivo promover la unificación de todas las naciones y territorios que componen actualmente la Hispanidad .

Esta meta se sustenta sobre la siguiente planteamiento de base:  sólo si los hispanos estrechamos lazos más sólidos y nos unimos, siendo consientes de que compartimos una misma lengua y civilización, herencia de nuestros antepasados, podremos tener un presente y un futuro más  esperanzador.

Un espacio geográfico, cultural, económico, social y político formado aproximadamente por 550 millones de hispanos (añadiendo a Portugal y Brasil la cifra se elevaría a unos 900 millones)  constituiría un indudable poder político-económico-cultural, lo cual beneficiaría tanto a los países hispanos como a sus habitantes, mejorando su nivel de vida y su bienestar y sus posibilidades en general.

Una objeción  que algunos podrían plantear respecto de la construcción de una coalición hispana es que existen actualmente naciones definidas como soberanas e independientes que no admitirían  que una instancia superior les condicionara o les obligara a realizar acciones sin la aprobación de las élites dirigentes y los gobiernos de cada país  de habla hispana. Para superar esta dificultad, piénsese en la actual Unión Europea formada por una considerable cantidad de países, 27 miembros, lo cual no es óbice para que exista un parlamento común con sede en Bruselas de donde emanan directivas y normas que están por encima  de la legislación de cada país.

Esto no invalida ni menoscaba la soberanía de cada nación  miembro de la Unión Europea. Así pues, llegamos a la conclusión de que se puede formar una Unión Hispana, siguiendo el modelo de la europea u otro modelo que pudiera proponerse, de tal manera que gracias a esa coalición formada por los países hispanos se pudiera fomentar eficazmente la prosperidad, el comercio, la democracia, las libertades, la cultura, las artes y las ciencias, la paz, la educación, la sanidad y el bienestar social.

Lo dicho no significa en ningún caso que una futura Unión Hispana se convierta en un espacio cerrado y hermético, refractario a cualquier influencia proveniente de otras culturas o cerrado al comercio  exterior y a las relaciones a varios niveles con otros países y ámbitos culturales existentes en el planeta. Desde nuestro punto de vista, es perfectamente compatible formar una Gran Alianza entre los antiguos reinos, provincias, capitanías generales virreinatos de la Monarquía Hispánica, manteniendo  a la vez un grado de soberanía de cada nación hispana más o menos como el que poseen hoy día.

Dentro de la Unión Hispana que proponemos se fijarían grandes objetivos generales para toda la Comunidad Hispana que  no anulan ni invalidan los objetivos legítimos de cada país con raíces hispanas en cualquiera de las áreas de la actividad humana. Es más, esas metas compartidas de la Hispanidad podrían servir de locomotora, por decirlo así, que contribuyera muy positivamente a lograr  objetivos nacionales de capa país miembro del conjunto.

Este proyecto que abarca todas las vertientes (económica, política, social, cultural...) parte de la constatación de que especialmente los países de Iberoamérica, desde que se "independizaron" o emanciparon no han parado de tener problemas: guerras civiles entre ellos, altos niveles de pobreza, bandas terroristas, inseguridad ciudadana, enormes problemas con el narcotráfico, tiranías políticas, diferencias extremas entre ricos y pobres, marginación y persecución de las etnias indígenas, hundimientos de la economía, deudas durante largo tiempo, verdadera losa que impide el crecimiento económico, migración masiva hacia otros países hispanos o a otros lugares (por razones laborales o buscando asilo),... La lista de males que han aquejado y todavía aquejan a Iberoamérica no tiene fin.

Por más que lo intenten, los países hispanoamericanos son incapaces (o no les permiten) transitar la senda del progreso de forma continuada y estable a través de las generaciones. Todo este panorama lamentable y aciago, por no usar otros calificativos más desalentadores, engendra sentimientos de tristeza, impotencia y frustración en numerosos hispanos, porque da la impresión de que no es posible avanzar, aunque se hable a menudo de las muchas potencialidades que tengan países como México, Venezuela o Argentina. Estas naciones, teóricamente, estaban destinados en virtud de sus riquezas, materias primas y recursos en general a una prosperidad destacada. Desafortunadamente, esa prosperidad nunca acaba de llegar.

Una solución y un camino tal vez lleno de oportunidades beneficiosas y favorables para el fortalecimiento de la Hispanidad  y las comunidades hispanas sea impulsar y profundizar en las características tan interesantes y ricas que tenemos los hispanos (de ambos hemisferios), por el hecho de compartir un lenguaje común, una historia compartida, una misma religión, una idiosincrasia semejante y una cultura bastante similar, naturalmente con matices distintos y variaciones según los lugares.

Si queremos estar en condiciones de levantar la Hispanidad, y hacerla más fuerte para resistir la enorme influencia de la cultura anglosajona y la pujanza cada vez mayor de China debemos reforzar  la Hispanidad, entendida como civilización, como espacio de metas comunes y de comercio entre los países de habla hispana; también como ámbito natural de intercambios, proyectos y desarrollos culturales, científicos, académicos, militares, sociales y personales de toda índole. 

En caso de no robustecer la Hispanidad, mediante lazos, hermanamientos y alianzas más sólidos y mantenidos en el tiempo, los países hispanohablantes, por desgracia, pasarán casi con toda seguridad a un segundo o tercer plano en el contexto internacional. Serían desplazados todavía más por el empuje y el influjo del mundo anglosajón, que hoy día, como es sabido, ejerce su dominio de múltiples maneras: mediante el poderío militar, la consistencia del dólar americano, las multinacionales, sus políticas internacionales, las agencias de espionaje, los medios audiovisuales y la prensa escrita y también a través de una propaganda muy bien diseñada (de acuerdo con sus intereses) y transmitida por numerosos canales a lo largo y ancho  del planeta.

Precisamente, dicha propaganda es la que ha provocado daños muy considerables a la Hispanidad. Uno de los instrumentos que han utilizado los angloamericanos (en connivencia con Francia  y Holanda) ha sido y continua siendo la llamada Leyenda Negra, una sarta de incontables mentiras, patrañas y embustes destinada a denigrar a España y lo hispano. Por desgracia,  esta nefasta leyenda ha tenido gran impacto, debido a su eficacia propagandística. Tal es su repercusión que hasta los propios hispanos nos  la hemos creído a pies puntillas. 

Para mantener su primacía actual en el planeta, la maquinaria de propaganda anglosajona no ha dudado en  calumniar, despreciar y vituperar la historia, la cultura y la mentalidad hispana, empezando por  lanzarse fieramente contra España y lo español. Los españoles (o castellanos)  que fueron a América son descritos como  monstruos temibles que cometieron un sinfín  de atropellos: saqueos, asesinatos, genocidio, violaciones... Ningún historiador riguroso y honesto ha demostrado con  hechos, pruebas documentales y cifras incuestionables tales atrocidades, en la magnitud que se señala, aunque es cierto que hubo algunos abusos, como consta en registros de aquella época. 

Los ingleses, franceses, estadounidenses, belgas y holandeses sí cometieron atrocidades demostrables con datos históricos fehacientes en numerosos lugares. Los tribus indias que vivían en Norteamérica fueron prácticamente exterminadas, pues a los nativos se les veía como "salvajes asesinos". Fue un genocidio organizado desde el Estado, de manera oficial, lo cual hace que esta masacre abominable sea aún más aberrante. Por medio de la Compañía de Indias británica se llevó a cabo un sistemático saqueo de los recursos y materias primas de las colonias que formaban parte del Imperio Inglés. No construyeron universidades, ni hospitales, ni escuelas, ni imprentas, ni tribunales de justicia, ni catedrales, ni escribieron gramáticas de los idiomas indígenas locales, como hicieron los castellanos. No dictaron leyes de protección de los nativos. Y mucho menos buscaron el mestizaje. No fundaron la ingente cantidad de ciudades que levantaron los españoles en los virreinatos americanos. 

La mayoría de  las veces los ingleses tan solo construyeron puertos para ir allí  con sus barcos y llevarse lo que les interesaba. Una parte de los edificios y monumentos, antaño construidos por la Corona Hispánica en Iberoamérica, son hoy Patrimonio de la Humanidad. Los británicos no dejaron ningún patrimonio de esta envergadura en sus colonias. ¿Por qué? Porque los virreinatos americanos que configuraban el Imperio Español, en realidad, no eran colonias sino parte viva de España y sus habitantes eran españoles, tan españoles como los que vivían en Toledo o en Sevilla y con idénticos derechos y obligaciones legales. Por tanto, se puede afirmar que durante los trescientos años que duró el Imperio Hispano, había "españoles de América" y "españoles peninsulares".

Pero los ingleses no podían tolerar que existiera el Imperio Español. Intentaron adueñarse de los territorios hispanos de América en bastantes ocasiones, por medio de incursiones militares. No lo consiguieron. Cuando se dieron cuenta de que no podían derrotar militarmente al Imperio Hispánico, a principios del siglo XIX, Inglaterra, al parecer desde sus logias masónicas, promovió y apoyó financieramente las campañas de Simón Bolívar, "El Pseudolibertador". El gobierno inglés, asimismo, envió miles de soldados del ejército británico para combatir, del lado independentista y en contra de los  los partidarios del rey español, los denominados realistas entre cuyas filas había numerosos indígenas.

El propio Bolívar, reconoció con amarga lucidez tras las guerras de independencia que había sido, al igual que los demás generales "libertadores", un títere de los ingleses, un tonto útil, sin más, que había arado en el mar. El extenso territorio hispano, donde habitaban los españoles de América, caracterizado por su gran poder, prosperidad y buena administración, fue fragmentado en veintidós insignificantes naciones, nada menos, con el fin de debilitarlo y someterlo a la codicia, la influencia perniciosa  y los dictados del poder de Inglaterra y EEUU.  Por si fuera poco, los recién creados países fueron sometidos a estrangulamiento mediante deudas millonarias de todo punto abusivas, que tardaron una eternidad en ser saldadas. El objetivo, por lo demás cumplido plenamente, era desmembrar el Imperio Hispano. Convertirlo en una zona del mundo frágil, inestable, casi irrelevante en la geopolítica internacional, donde la vida cotidiana de los hispanos estuviera llena de peligros, obstáculos y penalidades. 

Era necesario, no sólo atomizar el territorio virreinal, sino también quebrar la identidad de los hispanos, falseando, deformando, tergiversando, manipulando o incluso ocultando su historia. Además los propagandistas menospreciaron sus costumbres, no se refirieron nunca a sus logros y proezas ni a los grandes hombres y mujeres ilustres. Había que criminalizar a España machaconamente por sus supuestas canalladas, había que derribar la Hispanidad y señalarla como origen y causa de todos los problemas de los países "emancipados",  con la finalidad de que jamás volviera a surgir otro Imperio Hispano, tan extenso, poderoso y, en general, bien gestionado como el que existió durante tres siglos. 

Los falsos libertadores no liberaron a la nación de Colombia, o la la nación de Perú, ni salvaron del yugo español a Honduras o a Argentina, por la sencilla razón de que no existía ninguna nación que se llamara así. Existían virreinatos, reinos, provincias y capitanías generales; así es, virreinatos (no colonias) y un rey a la cabeza, que representaba a la Corona. Todos los habitantes de Centroamérica, grandes extensiones de Norteamérica y Sudamérica eran hispanos. Allí no existían naciones ni países. Según los datos de los historiadores rigurosos, eran territorios en general bastante bien administrados y donde las conocidas como Leyes de Indias eran respetadas. 

Si deseamos que surja de sus cenizas la Hispanidad, como comunidad integrada por los herederos del legado que forjaron, codo con codo,  españoles e indígenas y poco después los mestizos hispanos, es preciso en mi opinión, conocer bien los hechos históricos, sin distorsionarlos, consultando diferentes fuentes, aprendiendo a distinguir entre los charlatanes que se dedican a propagar bulos y los historiadores  reconocidos por su valía, prestigio e imparcialidad.

Lo bueno que hubo entonces, en las épocas de esplendor del Imperio Hispánico, recuperémoslo. ¿Cómo vamos a tener una proyección de futuro si no conocemos nuestro pasado histórico, si no han querido que lo conociéramos, por mezquinos intereses políticos? ¿De qué modo tendremos un presente y un porvenir si incluso llegamos al extremo de despreciarnos a nosotros mismos, practicando a menudo el autoodio y el rechazo de nuestra verdadera identidad, la hispana, un autodesprecio inculcado, mediante la repetición de mitos, engaños y falsedades, de forma astuta y sistemática por la máquina de propaganda anglosajona.

Quienes manejan sin escrúpulos la maquinaria de propaganda antihispana

Creemos sinceramente que las civilizaciones pueden convivir en armonía, influirse sin aplastar a otras culturas, dialogar entre ellas  con respeto, enriquecerse mutuamente, por  medio del intercambio y la comunicación y los proyectos comunes. No hace falta que exista una tensa rivalidad ni tampoco una actitud hostil, un choque o todavía menos, una guerra entre civilizaciones, únicamente debido a intereses creados, a insensatas luchas por la supremacía, ya sea esta político-económica, militar o cultural.


     

Por fortuna para los hijos de la Hispanidad, el espíritu hispano está surgiendo con vigor en diversos países del ámbito iberoamericano, por ejemplo en Puerto Rico y Colombia. Debemos canalizar adecuadamente toda este entusiasmo con el fin de alcanzar nuestro objetivo: unir la Hispanidad, donde cabemos todos los países de habla española. Una  sola Nación Hispana compuesta por muchos países. El Renacimiento de la Hispanidad, esa es la misión. Su encomiable resurgimiento.

Es  noble y legítima nuestra aspiración a alcanzar la excelencia. Tenemos una gran cantidad de elementos en común los hispanohablantes, ya desde el punto de partida. Esta realidad innegable facilita la reunificación. Olvidemos las mezquinas rencillas y las peleas entre países hispanos. No tienen sentido. Es una perdida de tiempo. A nada conducen, salvo a mermar nuestras fuerzas. Esa energía es hoy más necesaria que nunca, para conseguir otras metas más altas.

Conocer nuestras auténticas raíces. Ser capaces de estar a la altura de nuestros antepasados, que realizaron ambiciosas empresas y grandes proezas, de todo punto admirables. Sabiendo de donde venimos podremos decidir mejor a donde vamos. 

El  mundo hispano no puede actualmente influir en en las decisiones importantes que configuran la historia y el mundo.  Esas decisiones las toman las potencias dominantes hoy día, que tienen una mentalidad distinta de la tradicionalmente hispana.  Aunque parezca utópico decir lo siguiente, no debemos  renunciar al proyecto de convertirnos en una potencia mundial, para participar en la toma de esas decisiones vitales. También, por supuesto, para garantizar la integridad, así como la pervivencia de la Hispanidad. Es interesante que los puntos de vista de la Hispanidad se conozcan y sean influyentes. Los valores y la forma de ver la vida que caracterizan a la tradición hispana, de raíz católica,  son diferentes de las de otras culturas, por ejemplo, no coinciden con la mentalidad anglosajona de base protestante. 

Si  nos unimos, podremos llegar a ser una potencia mundial, como lo fuimos en el pasado. Una potencia mundial en el contexto geopolítico multipolar que se está configurando. Estoy convencido. Si nos unimos, seremos capaces de  ocupar el lugar que nos corresponde como civilización, para aportar nuestros valores (distintos de los valores anglosajones, árabes o  asiáticos),  para poder  avanzar hacia la prosperidad sin pisar a nadie, para no estar subordinados a los intereses de otras potencias extranjeras (que están cegadas por la codicia, el capitalismo, el belicismo, el individualismo y la explotación sin freno de la naturaleza...), para que mejore el nivel de vida, la formación académica y las expectativas laborales de la población hispana. 




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